domingo, 10 de agosto de 2008

¿Algún día lo reconstruirían?

Me preguntaba, al pie de la foto-símbolo que tienen a su izquierda, si algún día se animaría la gestión estatal peruana a reconstruir el Teatro Municipal de Lima, incendiado hace DIEZ AÑOS, nada menos, y que era en buena forma un monumento en sí de lo que en realidad la Cultura importa y significa en el país de Vargas Llosa, Szyszlo, Flórez y Susana Baca.
Pero ahora llega la noticia de que, a través de fondos del siempre cuestionado Paseo de las Aguas, la gestión del alcalde Castañeda, invertirá 30 millones de soles, unos 12 millones de dólares en hacer del TML "el más sofisticado de Latinoamérica" (sic). Aquí un enlace a la noticia.
Si me preguntaban (vamos, nadie iba a hacerlo, pero igual lanzaré mi botellita al mar), yo hubiera simplemente alegado que lo dejaran así, pues de qué servirá un lindo teatro en un país sin Política cultural y en un Centro Histórico intransitable, peligroso, lleno de gente con bronca (y con enormes razones para la bronca, hay que decirlo). Un lindo Teatro, sofisticado, "ahora que ya somos, ya casi somos, ya falta poquito para que seamos" un país diferente, como delira el delirante Presidente peruano (decir eso no es raje, es diagnóstico médico conocido desde los 80) que parece contagiar a Castañeda, también empeñado en crear la opereta viva, el kalevala nacional de que el Perú ha cambiado, y no sigue siendo la tierrar privilegiada para la exclusión multidireccionada.
Porque el asunto va así: un teatro así de lindo, en un barrio así de difícil, tiende por natural protección a ser excluyente. Y a ser visto como un intruso que insulta. Que demarca la horrorosa división de raza/clase/loquesea que nos tiene así de podridos como sociedad hace siglos. Es como pasear un Mercedes del año por la Av. Colonial. ¡Que sí lo hacen algunos peruanos? Claro, y ese es el punto: mientras la cultura en el Perú siga homologada a la idea de sofisticación, prestigio social, pituquería, cosmopolitismo, ni el mayor monumento sirve de nada. Y la cultura misma se vuelve un factor más de dominación, discriminación y falta de respeto por el diferente.
Tal vez esa obra tenderá a convertirse en una nueva Opera de Manaos, operita en verdad, sí, será como una una vieja cortesana abandonada en medio de los manglares.

El tiempo lo dirá todo, como siempre.

(Mientras, he venido a recuperarme de la maleteada que significa sobrevivir Lima por unas semanas, y estoy en Cusco, visitando bibiliotecas y esperando a ver algo del teatro local y que pueda reseñar. Y por supuesto pidiendo permiso a los Apus para seguir siendo).

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