domingo, 26 de abril de 2009

Boyle y la sociedad del espectáculo


Como en un cuento de hadas, de la noche a la mañana una oscura señora dueña de un talento prodigioso, escondido para el mundo, es descubierta en una jornada de ensueño,y coronada reina por un día. El Palacio en que todo se da es el reality, Britains Got Talent, y obviamente hablo de la ahora célebre Susan Boyle. De seguro ya se apuntaron entre los millones de espectadores que vieron el videíto que empaquetaron en el Youtube. Si no, aquí lo pueden ver.
¿Qué decir de este hecho que maravilla al mundo? Nada, si no la frase que se repite en Lima desde el Virreinato: "piensa mal y acertarás". En principio no voy a negar que de hecho parece haber un talento para el canto en la Boyle, y que eso no es milagro. La propia Boyle ha dicho estar en el asunto de cantar desde niña, que su madre la instó a cantar pues era lo único para lo que servía, y que la mujer se ganaba la vida cantando en pubs y karaokes de su pueblo en Escocia. De manera que no se trata de un cuervo que abrió el pico y salió una voz inesperada. Ninguna fábula del burro flautista, tampoco. Se trata de un caso social: el caso de un talento encarrilado de manera equivocada, no en el camino del glamour y el éxito, sino en el de la oscuridad y el olvido. Lo que la mayoría llama simplemente el fracaso.
Pero hasta allí mi defensa de la naturalidad.
Todo lo demás en ese reality realmente apesta, a maquillaje si quieren, pero igual apesta. Desde los sobreactuados jurados, con un Simon Cowell jugando su rol de sabio malvado de la industria musical que, por favor, nadie en serio puede otorgarle. Sobreactuados también están los presentadores, y el público que se sabe parte del espectáculo, y por eso juega a representarse a sí mismo, a ser más público que un público real. Por ello, en el video famoso, los abucheos y las burlas, son todos de película gringa mediocre: falsificados, pautados. Evidentemente preparan la llegada del "gran momento", que se da cuando una tan mal vestida Boyle, --como solo lo puede hacer alguien tonto... o una actriz mal dirigida- el gran momento decía, en que se ella abre la boca y su voz de otro mundo deja perplejos y culposos a los burlones.
Falsas reacciones, falsa sorpresa.
No niego que tal vez para mucha gente en su casa, la cosa suene a sorpresa honesta, pero no es una sorpresa real en tanto se trata de un show armado precisamente para causar un efecto de realidad. Mi definición de reality show en este caso sería: el espectáculo que se finge no espectáculo, que se finge real, y que usa para ello una pequeña dosis de realidad. En este caso lo real es que Boyle canta. Pero lo demás son afeites, críticas ponzoñosas, luces, sonidos preparados, ensayos. El voluntarismo de la audiencia hace el resto, no en vano los japoneses suelen decir que la ilusión siempre está en los ojos del que ve.



**Me refuerza la idea, aún más, la presencia de este segundo caso, el del niño de 12 años, en donde los jurados (pobres, hay chambas y chambas la verdad), tienen que volver a tragarse sus palabras de sinceridad, y se deshacen en convencer más difícilmente que están nuevamente, sorprendidos. ¡¡ Qué crueles productores tienen!! Y el sumo sacerdote hace un pase de magia que hasta el actor más inexperto haría mejor. Pero eso vende, y merece portadas de diarios. Bueno, la Sociedad del espectáculo, ¿no?

domingo, 19 de abril de 2009

Festival de teatro de la UCSUR, Lima 2009


Un rápido enlace antes de que se pasen las fechas, para que vean la WEB del festival de Teatro que por cuarto año consecutivo viene presentando la Universidad Centífica del Sur, en Lima. El programa es variado y de ingreso libre, y un evento académico le seguirá en paralelo, así como Talleres.
Va hasta el 25 de abril, y como siempre bajo la coordinación general de Percy Encinas.

jueves, 16 de abril de 2009

Charlie en tiempos modernos

No voy a decir que un día como hoy nació hace 120 años Charles Chaplin. Porque los días debían de ser diferentes en aquel tiempo. Pero lo curioso realmente es sí ver cuán actual, cuán moderno ha resultado Chaplin en muchos de sus vaticinios artísticos, que no tienen nada de brujería y sí mucho de la sabiduría del observador nato de la comedia humana que todos interpretamos.
Genio del gesto, mago del silencio, el mejor homenaje para el gran artista del cine mudo es quizás dejarse de palabras y dejar que hable él, en silencio.
Aquí tienen un trozo de "Tiempos Modernos", escrita y dirigida por Chaplin en 1936... o sea, después de la Gran Depresión, antes de la Gran Guerra, cuando la Gran maquinaria del capitalismo industrial se quería echar a andar a como diera lugar y ello desembocó en la Gran masacre. En fin, mejor que cada quien saque sus propias cuentas. Ahí les va el Gran Charlie:

domingo, 12 de abril de 2009

¿Contra el teatro religioso?

Es Domingo de Pascua pero aquí casi ni se siente. En Arequipa, por ejemplo, este día muy temprano organizan en los pueblos tradicionales la Quema de Judas, una desternillante mofa política y social, en que se lee un Testamento que implica a todos los desgraciados que hacen más difícil la vida en el ya de por sí difícil Perú. Y es muy cómico, como siempre, porque Judas hereda cosas a sus "amigos", corruptos, franeleros, un auténtico desahogo mental. Luego la gente se distancia un poco para ver estallar en mil cohetones al traidor más famoso de la Historia occidental.
Pero hay más de teatral en la Semana Santa: están las representaciones en vivo de la Pasión, en especial los viernes santos, con clavada real y todo, dependiendo de la disposición de ánimo del actor. En mi pueblo, otra vez, aprovechan las andenerías para desplazar a la gente detrás de Jesús en un acto que se llevaría un Oscar, si hubiera Oscar para el ingenio popular. Y no es que me guste el teatro de propaganda religiosa, vamos, ni siquiera me gusta la religión. Soy, para adherirme a lo que dijo alguna vez Graham Greene, un ateo católico, o un católico ateo, diría yo. Pero el teatro de aliento religioso, sea dentro o fuera de los escenarios burgueses, igual me fascina, me impresiona. Baste decir que mi obra favorita tal vez sea el Gran Teatro del Mundo, de Calderón, y que releo cada que puedo a Paul Claudel. Que me perturba Santa Juana de los Mataderos y me obsesiona Esperando a Godot (diosito, si lo traducimos). ¿Qué, ese teatro es religioso? Sí, al menos como intento entenderlo aquí. No es religioso como propaganda de una religión, que como sabe cualquier mortal que lea periódico, es la fuente de mortandad más grande de la Historia. Sino religioso como profunda ansia de sentido, como deseo de completura existencial. Deseo de ser uno con algo, y dejar los horrores del vacío. OK, no se vayan, aquí acaba la parte depresiva del post.
Por eso tal vez sea también un pleonasmo decir teatro religioso, porque todo teatro hecho con las tripas (a la porra con las técnicas, por favor) es una forma de religión: liga, comunica, hace consciencia. No conozco nada más religioso que una pieza didáctica de Brecht: una lección moral, una consciencia de la soledad y la finitud de la vida. No importa si se trata de religiones sin Dios, ¿quién dijo que no puede haberlas? Y por eso me impresiona tanto el Cura Calderón, haciendo malabares para introducir dudas y preguntas existencialistas en medio de la mole de dogmatismo barroco de su España. También es religioso Sartre, que acaba A Puerta cerrada haciendo una curiosa mención al infierno. Y todo Beckett, por donde lo agarremos, y todo Kantor por donde lo veamos, y Grotowski y Barba, Einstein on the Beach es una ópera sobre la soledad del hombre en este terreno inhóspito. Casi todo son dudas, miseria, vacíos: los horrores del mundo moderno, mejor dicho el único horror, el horror de querer ver a Dios y no poder hacerlo. Si eso no se llama religioso, no sé cómo llamarlo.
Felizmente existen otros mundos pero todos dentro de éste, como sentenciara Valèry, y en mi pueblo y todos los Andes, resolvieron el enigma de Dios mejor y mucho antes: religioso es también bailar, emborracharse, dejarse estar. A esa religión también le voy.

miércoles, 8 de abril de 2009

Bolaño: Estrella no tan distante


Parece que el nombre de Bolaño como talismán del éxito literario, ha empezado a alcanzar también los predios teatrales. La reciente edición de los Premios Max en España ha reconocido a 2666, una adaptación de la novela homónima del desaparecido escritor chileno, como el mejor espectáculo del año. Escribí sobre aquella puesta aquí. Los Premios Max no son evidentemente, los Molière, los Olivier o menos los Tony, pero en este caso sí vienen a cuento para retratar el curioso momento de expectación que la obra de Bolaño despierta en el mundo, ya no solo hispanohablante.
Como tal vez sepan, la versión inglesa de 2666 ha sido consagrada por la crítica como el mejor libro de ficción del 2008 en esa lengua. Increíble título para un autor latinoamericano, en verdad, y doblemente increíble para un escritor que fue underground gran parte de su vida, y que vio lejanamente levantarse su estrella hacia el final de su corta vida. Parece que los temas de Bolaño, sin miedo a despotricar contra casi todo menos la poesía honesta y sin éxito comercial, su despiadado sentido del humor, que suena a pose pero que cualquier sudamericano sabe que es materia esencial para seguir vivo en los extramuros del mundo (para usar la frase de Verástegui), y además su obsesiva búsqueda del sentido del mal como forma recurrente en la cultura contemporánea, como explicación incluso del arte; tal vez todo eso pueda explicar este arrollador éxito, impensable, fuera de toda sospecha. O tal vez es la simple casualidad, quién sabe.
Bolaño, un borgesiano callejero, seguro se habría reído hasta caer en el suelo pensando en que ya se habla de derechos de sus historias para el cine hollywoodense, en una versión para Broadway de 2666 (¿saldrán cantando esas generalmente estúpidas canciones para hablar de las muertes en Juárez, por ejemplo? Todo es posible en este negocio). Se reiría pensando en la marea de críticos que se suben a la combi de su éxito para ver si un poquito les toca a ellos: ellos, los críticos, matarifes entrenados en decir que respetan el derecho de los animales mientras cortan la vaca.
De cualquier modo, la estrella de Bolaño empieza a no ser tan distante. Lo único bueno de todo esto, es que se le podrá leer con mayor facilidad, y no pasearse librerías de todo Lima, como me ocurrió a mí buscando un ejemplar de sus novelas, y ya no me sucederán estos diálogos: "¿Bolaño, dijo?, dirá Roberto Gómez Bolaños, claro, el Chavo, de ese sí tenemos!". De esas escenas reales ya no habrá más, espero.