miércoles, 25 de febrero de 2009

Cuando la serpiente se muerde la cola

Estos días estoy presentando una obra que dirigí para el Political Theatre Festival de Minneapolis, que organiza Teatro del Pueblo en el Teatro Intermedia Arts . Aunque no es la primera obra que hago en Minnesota, sino creo la quinta, eso es poco comparado con lo que uno podría hacer sin prohibiciones de Visas y esos cuentos. Pero el caso es que se trata de QEPD, traducida al inglés como RIP, una pequeña sátira social del ecuatoriano José Martínez Queirolo, (recientemente fallecido en octubre de 2008) y es muy especial para mí: fue de hecho la primera obrita en la que hice lo que más tarde descubrí se llamaba dirigir. Entonces 18 años después, exactamente cuando tengo el doble de la edad que tenía, vuelvo a la obra, y me sigue pareciendo simple, directa, mordaz a pesar de los idiomas y las diferencias culturales. Sin embargo lo paradójico es ver cómo se mueve todo lo demás: la audiencia, que ríe de cosas diferentes, o tiene un temor reverencial a la muerte, o los actores que difícilmente descubren, por ejemplo, las inflexiones de referencias al sistema de castas que todavía rige el subconsciente latinoamericano. Una experiencia singular, es como volver a verme, a través de su lenguaje, también, comprobar cómo ahora río de otras cosas, y cómo las que me parecían naturales antes ahora me suenan insoportables.
Bueno, los dejo con las líneas que escribí para el programa de mano, y que espero los organizadores no hayan traducido al inglés con el Google Translator!

RIP no es un show sobre la muerte, aunque todo parezca indicarlo. Es cierto que Simón y Enriqueta, los dos personajes, aparecen en su lecho de muerte, pero su desaparición es más simbólica que física, más la expresión de un deseo que una realidad: ellos, Simón y Enriqueta, simbolizan una clase social, una manera de ver el mundo, que simplemente debería desaparecer. Ellos son antipáticos, despreciativos, racistas y clasistas, y expresan un modo de ser que, ojalá, esté empezando a perder presencia en el mundo.

Escrita en Ecuador en la década del 60 por el gran dramaturgo José Martínez Queirolo (1931-2008), RIP es tal vez una de las piezas breves más representadas en América Latina. La razón de esto es simple: América Latina soporta una larga y triste experiencia de desigualdad en que los ricos, generalmente blancos, han concentrado todas las oportunidades, las ventajas y los beneficios de la modernidad, y han dejado a la inmensa mayoría fuera de su mundo. Es una experiencia que tiene casi cinco siglos de existencia.

De esta manera este par de muertos habladores y desenfadados, que no se dan cuenta de nada de lo que les ha sucedido (¡han muerto!!) tampoco tuvieron consciencia del resto del mundo cuando estuvieron vivos. Ellos, los dueños de la Ruibarbo Oil Company no tenían en mente más que sus intereses, y ahora ante la muerte se comportan sin haber aprendido probablemente nada nuevo sobre la vida.

Esta pieza está pensada como un vodevil absurdista, como una sátira que prefiere incitar a la risa antes que a la cólera. Pero no nos engañemos; detrás de la risa fácil hay una feroz crítica social, solo que hecha de la única manera en que los poderosos pueden soportarla: como diversión. Después de todo, la risa también es una forma de crítica, y quizás la más sana forma de manifestar nuestra disconformidad, nuestra más sana protesta contra un mundo bastante mal hecho. Reír es también comprometerse.

domingo, 22 de febrero de 2009

Tetas, fanatismos y sustos


Ya lo saben: La Teta Asustada, el largometraje que dirige la peruana Claudia Llosa gana el Oso de Oro en Berlín, y en muchos lugares se alegran unánimemente. En muchos menos en el Perú: allí la unanimidad es un imposible. Las varias razones para defender y atacar una cinta que aún no ha sido universalmente difundida son múltiples, y los ocasionales defensores y fiscales se multiplican. Entre las razones de varios para disentir del premio están las estéticas (la Berlinale premia de manera muy "personalista", ya saben: lo que a Kosslick y al público liberal políticamente correcto le guste, va), pero también aparecen las de índole cultural y social. La teta reflejaría una imagen manida de la población marginada en Lima, migrantes de zonas indígenas que retoman una vida después del infierno violento de los 80´s. Bueno, es lo que dicen, pues, insisto, aun no está disponible la cinta. Muchos de los argumentos en contra se basan en que la cinta anterior de Llosa, Madeinusa, también polémica en su momento, deja la puerta abierta a una imagen bastante irreal del Perú andino. Ver, por ejemplo, aquí. y aquí.
Entre los defensores están los integrados, felices de un logro peruano de nivel internacional. Saludando el nacimiento de un cine peruano posible en el mercado global. O defendiendo el derecho a la ficción de una cineasta libre de tomar y recrear cualquier tema de la vida nacional. Hay que decir que esta ala responde frontalmente a acusaciones de que la cineasta es racista y manipuladora, y lo hace, como ya dije, con argumentos básicamente retóricos. Ver aquí. Y aquí
Hasta aquí el estado de la cuestión.
Yo no puedo pronunciarme mientras no tenga la cinta ante mis ojos. Pero es cierto que Madeinusa me pareció un producto hecho pensando en el horizonte de expectativas de gringos, deficientemente actuado como la mayor parte del cine nacional, y efectista hasta el hartazgo. Pero nadie se sorprenda, esas cosas son las que mejor funcionan. Incluso funcionó en el Perú, cuando 30 mil personas fueron a verla. Pero cada obra es diferente, así es que mejor esperar. Y me interesará ver el asunto de las actuaciones, porque ese punto flaco en la cintas las hace aparecer como mockumentaries, y los personajes como simples objetos del decorado. Bueno, habla un teatrero: no creo en el cine en general, porque entre otras situaciones, tiende a a cosificar la figura humana, pero ese es otro cantar.
Mientras, he decidido dejarlos con estas reflexiones de un hombre de teatro que de casualidad releo en estos días, y me quedaron en mente mientras leía las diatribas e insultos que iban y venían detrás del Oso berlinés. Es, cómo no, de Brecht, qué curioso, también un alemán, y en su momento (1934) también un texto un poco iluso. Reemplacen por favor donde dice escritor por artista o cineasta o teatrista, y ya tendrán el efecto esperado. Aquí les va:

Para mucha gente es evidente que el escritor debe escribir la verdad; es decir, no debe rechazarla ni ocultarla, ni deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los débiles. Pero es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles. Incurrir en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y renunciar al trabajo es renunciar al salario. Renunciar a la gloria de los poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo ello se necesita mucho valor.

Cuando impera la represión más feroz gusta hablar de cosas grandes y nobles. Es entonces cuando se necesita valor para hablar de las cosas pequeñas y vulgares, como la alimentación y la vivienda de los obreros. Por doquier aparece la consigna: «No hay pasión más noble que el amor al sacrificio».

En lugar de entonar ditirambos sobre el campesino hay que hablar de máquinas y de abonos que facilitarían el trabajo que se ensalza. Cuando se clama por todas las antenas que el hombre inculto e ignorante es mejor que el hombre cultivado e instruido, hay que tener valor para plantearse el interrogante: ¿Mejor para quién? Cuando se habla de razas perfectas y razas imperfectas, el valor está en decir: ¿Es que el hambre, la ignorancia y la guerra no crean taras?

También se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismo cuando se es un vencido. Muchos perseguidos pierden la facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran perseguidas por su bondad. En realidad esa bondad ha sido vencida. Por consiguiente, era una bondad débil e impropia, una bondad incierta, pues no es justo pensar que la bondad implica la debilidad, como la lluvia la humedad. Decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos sino porque eran débiles requiere cierto valor.

(Brecht, cinco dificultades para decir la verdad)

sábado, 14 de febrero de 2009

Los métodos Grönholm de América Latina


El estreno de El Método Grönholm, del catalán Jordi Galcerán en el teatro ISIL de Lima, da pie a algunas reflexiones. La obra, que ha tenido lo que suele llamarse éxito, traducciones, puestas (la primera, dirigida por Sergi Belbel en 2004, y una de las últimas dirigida por Daniel Veronese en Buenos Aires), vio su clímax cuando el también Argentino Marcelo Piñeyro la adaptó para el cine titulándola simplemente El Método (2005). El filme (aquí hay un trailer) se llevó varios Goyas y fue saludada con efusividad. Aunque dicen que su autor original protestó por los cambios "de temática social" que el argentino había introducido, y una atmósfera pesada a lo thriller que tal vez a algunos les guste más que la de alegre vodevil comprometido que tiene el texto dramático. Y de hecho los finales son diferentes, pero no los contaré. Pero el arranque es el mismo: unos tipos cson convocados a una selección de personal en grupo, para acceder a un gran puesto en una transnacional. Esa prueba se hará aplicando el método Gronholm, y los llevará a pelearse todos contra todos en pos del trabajo.
De cualquier forma, si les da el tiempo, pueden hallar El Método con facilidad a través de Netflix, a través de Amazon, o los peruanos en Centro Lima oficialmente pirateada, de seguro. (No es broma). Y si les sigue la cuerda, aquí tienen un enlace para leer el texto de la pieza teatral original, en donde puede apreciarse de entrada que la adaptación al cine extendió el número de personajes, y creó algunos guiños a la realidad de los desocupados, además de anclar alguna de las nacionalidades de los personajes en Sudamérica.
Comparando ambos objetos artísticos, película y obra teatral, creo que prefiero el tono negro de la película, antes que el juego a lo gran joda del texto teatral. Veremos cómo opinan ustedes. Lo único que tengo claro hasta aquí es que para métodos inhumanos de selección de personal y trabajos en las grandes corporaciones y fábricas, los latinoamericanos tenemos mejor experiencia, solo recuerden "El hombre que se convirtió en perro" de Dragún, o "La Empresa perdona un momento de locura" de Rodolfo Santana. Tal vez por eso no nos llame tanto a la risa: es una cuestión de tradiciones, quizás.
Aquí hay datos de la puesta peruana. Y unas escenas aquí.

**Imágenes de la película El Método de Marcelo Piñeyro.

martes, 10 de febrero de 2009

Voz y martillo: Bertolt Brecht



111 años, no es poca cosa. Brecht los cumple hoy, sobreviviendo incluso a su propia sombra: ésa que le ha sido construida con el empeñoso trabajo de quienes esgrimen su nombre con propios intereses. Qué más da. También a ellos les sobrevivirá: a sus descendientes, por ejemplo, empeñados en entorpecer la difusión de su obra entre gente que no es capaz de pagar estipendios de copyright y demás yerbas del capitalismo más acendrado. O a los académicos de cerebelo encorsetado en la triste International Brecht Society, que edita un journal aburridísimo y soporta las más dislálicas peroraciones de los exégetas de su obra, como para correr gritando "¡dios libre a dios de los exégetas!".
Sobrevivirá sin duda, a los cuatro mamuts del dogma marxista, empeñados, también, en hallar comunismo a cada línea que pisan (la pisan, no hay duda) del gran autor de Augsburg.
Y por supuesto sobrevivirá a la égida de impulsores de su voz disidente dentro de lo políticamente correcto, dentro de un mundo harto civilizado, edulcorado de ideologías y descafeinado de compromisos sociales, que lo pone en escena en las salas pitucas de todo el mundo para demostrar que se puede ser abierto a todas las ideologías, y que además Brecht al margen de sus ideas "era un gran dramaturgo". Como si se pudiera ser un gran dramaturgo sin grandes ideas, come on.
Creo que el Brecht que sobrevive mejor es el de la apropiación, el Brecht mutable e inatrapable que alguna vez en nuestras vidas ha tocado un nervio sensible. Ese Brecht que es prácticamente solo una voz, que dice a veces, que calla en otras. Una voz que invita a discutir, a mostrar inconformidad y a seguir hurgando en el Valle de las Lágrimas y de las Risas. Ese es mi Brecht, perdonen la huachafería. El que me puso palabras a la boca en "El Soplón", la primera obrita que hice a los doce años, y que de paso me invitó a pelear en cómica batalla con mi viejo director por un cambio de libreto que él había operado. Brecht había empezado a jalarme de las rodillas. Me sobreviven sus frases, que he grabado de obras actuadas o dirigidas, o leídas o intentadas y nunca puestas muy a pesar, y que suelo repetir como si fueran parte de mi habla. "Eso no hizo que el pan se abaratara" (Baden baden), o "Desconfíen de lo aparente, de lo cotidiano" (La excepción y la regla). O mejor estas otras: "¿Por qué hemos de llorar porque el agua y el aceite no se puedan juntar?"(Herr Puntila), "¿Quién es más criminal, el que asalta un banco, o el que lo funda?"(La ópera de tres centavos). Y esa que no sé francamente de dónde es, pero que me repito casi como letanía:
"El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma".

viernes, 6 de febrero de 2009

Los problemas del Fondo Iberescena: Colofón

Hoy circuló por Peruteatro la carta de descargo del Sr. Fernando Torres, director cultural del ICPNA de Lima, sobre los cuestionamientos a su participación como jurado en la entrega de las ayudas de Iberescena, y el financiamiento a la IV Muestra Internacional de Lima.
He colgado la carta aquí, de manera que puede ser discutida con amplitud. Por mi parte puedo decir que algunos cabos me quedan aún sueltos en esta historia, aunque probablemente resulten menores. El Sr. Torres revela que había renunciado a ser miembro del Consejo Consultivo de Iberescena antes de su postulación este año, pero de hecho lo fue en la edición anterior, como consta en esta Acta de Iberescena. El Sr. Torres explica que el fondo entrega ayudas a proyectos y no a instituciones, y finalmente declara que la decisión es tomada por el conjunto de representantes y no por el INC de Perú.
Pero la carta revela cosas más interesantes que yo había olvidado: que la Muestra Internacional de Lima es un proyecto de 17 instituciones culturales, binacionales especialmente, lideradas por el Peruano Norteamericano apoyado por la Alianza Francesa, el CCPUC, el Centro Cultural de España, entre otros. Es decir, para los que no están familiarizados con la actividad teatral peruana, se trata de organizaciones educativas enormes (ICPNA, PUCP), con financiamientos propios mucho más extensos, o centros con dependencia de gobiernos europeos (Francia, España) que sostienen (con gran mérito) el centro de la actividad cultural de Lima. Lo propio hace el Peruano Británico, aunque no está en este consorcio de organizaciones.
Pues bien, basándonos en las aclaraciones del Sr. Torres, diremos que legalmente no parece haber tenido una conducta indebida. Pero he aquí que surge el viejo conflicto entre la legalidad y la moralidad: que el fondo sea concursable por proyectos y por quien sea es una norma incontrovertible, pero que esa norma sea justa para todos los productores teatrales en el Perú es harina de otro costal.
Es necesario observar que -desmiéntame por favor, si estoy errado- Iberescena es el único fondo concursable para artistas escénicos que ofrece indirecta o directamente el nunca suficientemente criticado, Instituto Nacional de Cultura del Perú. Es decir, que a diferencia de Chile, Argentina, Colombia, México, España, etc. Perú no cuenta con fondos estatales concursables otros más que éste, y no existen apoyos públicos a la creación dramática y coreográfica. Muy pero muy lejos estamos del Fondart chileno, del INT argentino, de los fondos bolivarianos para Cultura en Venezuela. Ni hablar de España, donde hasta el más misio ayuntamiento apoya a sus artistas locales. En Perú, prácticamente toda actividad cultural, incluida por supuesto la de los Centros culturales que sostienen la MIT de Lima, es privada, y gestionada toda a pulmón, como dice la canción. Sin fundaciones, sin fondos públicos, regateando a empresas, etc.
Hasta aquí pareciera que mi argumentación justificara que estas instituciones entraran a la competición por estos fondos. Pero no es así. Creo exactamente lo contrario: creo que en el contexto peruano, a pesar de las dificultades que enfrentarían eventualmente, estas instituciones están en cien veces mejores condiciones para organizar un evento internacional que, digamos, un colectivo cultural en Comas, Ayacucho o Lima centro. No digo que los 17 centros culturales sean ricos, pero en el barrio son los más ricos, y por esa misma razón, porque tienen cómo hacer el trabajo de otra forma, no parece mínimamente moral que entren a adjudicarse el único fondo concursable que puede hacer crecer las iniciativas independientes. Especialmente, si estas iniciativas sí se hacen en nombre de una sola nacionalidad, la peruana. Sí, sé que me dirán démodé por hablar así, de forma tan chauvinista, pero es mi sincera opinión: los centros binacionales o cuentan con el capital real de países desarrollados, o con el capital cultural de la potencia más grande del planeta. Pero al Perú y sus peruanos se los está llevando el viento, porque insisto, las instituciones culturales públicas no entregan ayuda alguna.
En mi opinión, repito, nuestro contexto es otro y aunque sea legal que la MIT se lleve los 27 mil dólares (seguiré insistiendo en que Iberescena revele los nombres de los miembros del Consejo Consultivo, este año), no es de equidad social poner a competir en la misma carrera a un atleta con zapatos de clavos, y a uno sin zapatos, a diecisiete empresas gestoras culturales versus grupos de artistas con ingenio mayúsculo pero sin tantos recursos (ni siquiera sedes institucionales).
La pregunta que flotará entonces por largo tiempo es qué tipo de promoción cultural prefiere el fondo Iberescena para financiar, y de qué sirve a un país tan desprovisto de políticas culturales como el nuestro.

martes, 3 de febrero de 2009

Ventosilla, Alarcón y el Idiota que gobierna


Hace pocos días, el dramaturgo peruano afincado en New York Walter Ventosilla, me comentó en un email que su conocida obra de teatro editada en 1985, El Mariscal Idiota (razón por la que me estaba comunicando con él) le había sido pedida por Daniel Alarcón para ser usada como leitmotiv de un cuento que apareció en el famoso New Yorker.
Ventosilla es uno de los autores y directores que con mayor ahínco propuso un teatro independiente y alternativo en el Perú, y con su grupo, Setiembre, estuvo relacionado permanentemente con iniciativas como las del MOTIN (Movimiento de Teatro Independiente del Perú). Por esta misma razón, fue quizás el primero en discutir escénicamente el asunto tabú de entonces (de todavía): la guerra interna peruana que nos azotó desde 1980. Otra de sus obras, La Canción del Soldado, trata también el asunto de la memoria paralela que el arte construye de hechos que la memoria oficial casi siempre desea silenciar.
Lo más interesante del asunto ahora es que el ya célebre Daniel Alarcón, joven escritor peruano de habla inglesa, retome la obra y las circunstancias del trabajo de teatro alternativo o popular que se hacía y se sigue haciendo en zonas desconocidas del Perú, para escribir The Idiot President (fácil de traducir, ¿no?). Y Alarcón logra una imagen tan sobrecogedora con su extraordinario relato, que creo, para cualquier teatrista será una emoción ambivalente leer el magnífico cuento. Una emoción a lo Vallejo, trilce, o sea triste y dulce a la vez.
Si se les viene bien la lengua de Shakespeare, léanlo aquí, como apareció en el New Yorker.
Si prefieren la de Cervantes, aquí va la traducción (un tantito deslucida, para mi gusto) que acaba de publicar el Blog Boomerang**.

**Gracias mis amigos arequipeños del Blog La Torre de las Paradojas por darme el talán (aviso, en peruano) de esta traducción.


Fotos de Ventosilla y Alarcón.

domingo, 1 de febrero de 2009

Los problemas del Fondo Iberescena

El Fondo Iberescena ha sido materia de controversia en las últimas semanas en el Perú. O mejor es decir, que la más reciente designación de ganadores se ha visto discutida por personas no poco atendibles, de manera abierta, y por muchos teatristas, de esa manera tan nacional, o sea sotto voce.
Pero vamos por partes. Iberescena es un proyecto aprobado por ocho países que financian el programa: Argentina, Colombia, Chile, España, México, Perú, República Dominicana y Venezuela, cuyos gobiernos entregan dinero para innovadores proyectos de creación, difusión o formación de artistas performativos (teatro y danza). El Fondo se entrega en cada país, y cada gobierno nombra el ente encargado de administrarlo.
En el caso del Perú, Iberescena ha estado a cargo de funcionarios del Instituto Nacional de Cultura. Supongo que en este punto de mi crónica, los que somos peruanos ya hemos empezado con la suspicacia. Porque si hay una entidad desprestigiada enormemente en el gobierno aprista que dirige Perú en estos aciagos días, es el INC. Se le ha visto como entidad, hacer papelones nacionales e internacionales (como el del reclamo de piezas arqueológicas inexistentes ante Yale University, o la censura a la exposición de Piero Quijano), y se ha hecho varias y documentadas denuncias sobre los manejos ideologizados de la cultura que su directora, Cecilia Bákula, asociada al Opus Dei, ha venido realizando. El asunto ha tenido visos de escándalo, como pueden seguir aquí, y aquí. A tal punto que cuando el gobierno se animó a proponer la necesidad de crear un Ministerio de Cultura en el Perú, paradójicamente mucha gente vinculada a la cultura puso el grito al cielo, porque nadie quiere más burocracia, especialmente de ese tipo, para censar la cultura de un país tan complejo como el nuestro. Y ese desgano de los artistas sonó como música para los oídos de los tacaños del Ministerio de Economía y Finanzas, mientras la plata se quede en la caja mejor, pensaron. Claro, a ver ahora cómo la pierden con la crisis.
Bueno, el punto al que llego es que este fondo paraestatal llamado Iberescena en su más reciente edición fue puesto en entredicho. Todo empezó sotto voce, como siempre, como somos de virreinales en Lima y alrededores, ya saben. La razón del ruido se explica fácil: entre los ganadores (aquí vean todos) aparecía la Cuarta Muestra Internacional de Lima patrocinada desde hace varios años por el Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Lima. Fue primero el crítico Luis Paredes quien ilustró el intríngulis de este modo: uno de los miembros del Jurado que entregó los premios Iberescena de este año, fue precisamente Fernando Torres, director de Cultura del ICPNA, y principal gestor de la Muestra Internacional de Lima, y además el ICPNA es una institución casi millonaria que no necesita de los 27 mil dólares que le fueron atribuidos. Otro comentario abierto vino de parte del dramaturgo Juan Rivera Saavedra, quien en pocas palabras propuso a Torres que desmintiera inmediatamente las habladurías, cosa que hasta dónde sé no ha sucedido.
Ahora bien, todas estas comunicaciones las tengo a través de la lista de interés Peruteatro, y que yo sepa aún no han trascendido, como dicen los periodistas huachafines, a los medios masivos. O sea que a nivel macro, aún son sotto voce también. Por eso las he puesto a disposición, aquí y aquí.
Por mi parte, he querido dejar pasar tiempo en este asunto, aunque lo conozco desde fines de 2008. ¿La razón? Quería verificar, y a 6000 km de distancia eso es muy difícil. Y en el país de la suspicacia, siempre estos premios y fondos son controversiales o discutidos, porque a nadie le gusta perder, y menos ver ganar a otros. Por ejemplo, ya el año anterior surgió el cuestionamiento de que curiosamente padres e hijo de una misma familia recibieron dos premios Iberescena (bueno, tal vez fue una confabulación de la genética y la probabilística).
Pero lo que tengo hasta aquí, para este año, respecto a la intervención de Fernando Torres en Iberescena son varios comentarios privados de amigos, gestores, profesores, teatristas, casi todos en el mismo sentido: la premiación al Festival del ICPNA huele muy, muy raro. Por otro lado, ni Rivera Saavedra ni Luis Paredes son personas que anden armando escándalos ni mucho menos, así es que mi impresión del caso se inclina bastante hacia la de ellos.
¿Qué hacer? Pues escribo esto para pedir a alguien de buena voluntad, y buena voz, que exija (es nuestro derecho, es nuestro dinero, es público, señores) al INC una declaración divulgando los nombres de los jurados (a propósito, el año pasado la web de Iberescena los publicó, este año no lo hace aún). O sea, expreso en mi lejana voz, que ojalá estas cosas estén meridianamente claras en breve, y que la corrupción, esa hermana siamesa de la política, se mantenga bien alejada de los predios escénicos de mi país.
Sí, ya sé que es casi una utopía, pero es lo que quisiera: que no haya garcías, ni leones ni faenones en el magro reparto de dinero del teatro peruano. Y que no haya sotto voce, por favor, que en este caso sería el verdadero escándalo: que nadie más se anime a pronunciarse para ver si el año siguiente el gran bonetón les cae a ellos. Espero que no.