miércoles, 8 de abril de 2009

Bolaño: Estrella no tan distante


Parece que el nombre de Bolaño como talismán del éxito literario, ha empezado a alcanzar también los predios teatrales. La reciente edición de los Premios Max en España ha reconocido a 2666, una adaptación de la novela homónima del desaparecido escritor chileno, como el mejor espectáculo del año. Escribí sobre aquella puesta aquí. Los Premios Max no son evidentemente, los Molière, los Olivier o menos los Tony, pero en este caso sí vienen a cuento para retratar el curioso momento de expectación que la obra de Bolaño despierta en el mundo, ya no solo hispanohablante.
Como tal vez sepan, la versión inglesa de 2666 ha sido consagrada por la crítica como el mejor libro de ficción del 2008 en esa lengua. Increíble título para un autor latinoamericano, en verdad, y doblemente increíble para un escritor que fue underground gran parte de su vida, y que vio lejanamente levantarse su estrella hacia el final de su corta vida. Parece que los temas de Bolaño, sin miedo a despotricar contra casi todo menos la poesía honesta y sin éxito comercial, su despiadado sentido del humor, que suena a pose pero que cualquier sudamericano sabe que es materia esencial para seguir vivo en los extramuros del mundo (para usar la frase de Verástegui), y además su obsesiva búsqueda del sentido del mal como forma recurrente en la cultura contemporánea, como explicación incluso del arte; tal vez todo eso pueda explicar este arrollador éxito, impensable, fuera de toda sospecha. O tal vez es la simple casualidad, quién sabe.
Bolaño, un borgesiano callejero, seguro se habría reído hasta caer en el suelo pensando en que ya se habla de derechos de sus historias para el cine hollywoodense, en una versión para Broadway de 2666 (¿saldrán cantando esas generalmente estúpidas canciones para hablar de las muertes en Juárez, por ejemplo? Todo es posible en este negocio). Se reiría pensando en la marea de críticos que se suben a la combi de su éxito para ver si un poquito les toca a ellos: ellos, los críticos, matarifes entrenados en decir que respetan el derecho de los animales mientras cortan la vaca.
De cualquier modo, la estrella de Bolaño empieza a no ser tan distante. Lo único bueno de todo esto, es que se le podrá leer con mayor facilidad, y no pasearse librerías de todo Lima, como me ocurrió a mí buscando un ejemplar de sus novelas, y ya no me sucederán estos diálogos: "¿Bolaño, dijo?, dirá Roberto Gómez Bolaños, claro, el Chavo, de ese sí tenemos!". De esas escenas reales ya no habrá más, espero.

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