martes, 31 de marzo de 2009

Ipacankure


Cada cierto tiempo me asalta una duda: ¿cómo juzgar el valor de un texto dramático? ¿Por su complejidad estructural, su profundidad temática? O mejor, esto: ¿cómo saber cuándo realmente estamos ante un texto que " funciona" en escena? Y peor aún, ¿qué explica que ciertas obras se hagan y rehagan en un buen número de años? Y si no sabemos eso, al menos, tratemos de imaginar por qué al público le siguen gustando ciertas obras, por qué las sigue tolerando?
Pienso esto en relación a Ipacankure, pieza que escribiera César Vega Herrera (Arequipa, 1936) allá por fines de 1967, y que estos cuarenta y dos años de vida viene siendo tan representada, y muchas veces con singular impacto, que merece preguntarse al menos por qué. La pieza es sencilla, sencillamente compleja: dos personajes viven en un mismo cuarto, compartiendo la misma cama y hasta el mismo pijama. Pero uno habla demasiado y el otro se reconcentra. Uno parece todo lenguaje, desbordante, ligero; el otro, oscuro, inextricable, solitario hasta la médula. Y el mismo mundo extraño, alienante que los condena a vivir casi al margen de todo, los ha unido, y la vía por la que se ha creado esa medio amistad, medio dependencia mutua, es una palabra que suena a indio y a misterio, Ipacankure, y que ambos comparten tratando de llenarla de sentido mientras pelean a través de la comunicación.
¿Será la fuerza poética del texto? ¿La claridad de los personajes, y su tensión interna que anima a actuar? ¿El misterio de una palabra que no se llega nunca a explicar plenamente? No sé cómo explicarlo, como dice una de las líneas, pero eso ha llevado a varias puestas de la obra. Desde la legendaria del Teatro de la Universidad de San Marcos, a fines de los sesenta, hasta algunas recientes como la de la desaparecida Queta Carbo, o la que yo mismo monté en coproducción con el Teatro Nacional del Perú en 1998. Amén de muchas puestas de elencos universitarios, amateurs, incluso escolares.
Esto para no hablar de Arequipa, donde Ipacankure es casi una visita obligada de todo teatrero. Hubo una puesta también legendaria del Teatro Talia en los setentas, y otras más por el Elenco Municipal, la de Aviñón que ya mencioné, una reprise del Teatro Talia en los noventa, y ahora, un grupo con un sonoro nombre Laculturaenlacalle en Arequipa, y que dirige mi buen amigo David Mendoza, anuncia otra puesta, con, otra vez, dos grandes amigos míos en escena, Miguel del Carpio y Elard Meza. La foto les pertenece a ellos y me la envió gentilmente David, con ayuda de Lilia Rodríguez.
¿Qué hace que una obra sea requerida con frecuencia? Eso, eso mismo: el requerimiento, que es una forma de reto: cuando un texto aún nos requiere es que hay algo en él que todavía nos llama a resolver un enigma. Algunos llaman a ese tipo de textos simplemente clásicos.

** Aquí el video promocional de la puesta de Laculturaenlacalle, con un valse de la incomparable Chabuca.

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