domingo, 15 de marzo de 2009

Un collar llamado Muestra de Teatro Peruano

Como viene sucediendo desde hace 35 años, nada menos, se anuncia una nueva Muestra Nacional de Teatro Peruano: a no dudarlo, se trata del encuentro más representativo y más interesante de todos los que se dan en el territorio peruano. Esta afirmación que hago estoy dispuesto, con la mayor cordialidad del mundo, a defenderla extensamente*. Y digo esto pues la Muestra ha sido siempre un encuentro difícil, de realizar y de entender. Ha sido criticado muchas veces por sus problemas organizativos (alojamientos, alimentación, y esas cosas), o porque tuvo una época bastante comprometida socialmente cuando aquello ponía los pelos de punta a cualquiera.
Pero lo cierto es que nadie sabe bien cómo ni por qué, desde 1974 (año en que comenzó por iniciativa de Sara Joffré para dar un espacio a los escritores de teatro nacionales) hasta la actualidad, las mutaciones de la Muestra han sido variadas, su fusión con el subsecuente Movimiento de Teatro Independiente (MOTIN) desde 1985 es una de las más importantes, y hay en ella una sumatoria de valores que aquí trataré de resumir para no aburrirles: primero, se ha vuelto evento-bitácora del teatro independiente, y ha permitido una convivencia e interinfluencia inusuales en América Latina entre tercer teatro, teatro político, teatro popular, performatividad andina y amazónica, dramaturgia universal, dramaturgia peruana; segundo, y es lo más interesante, ha crecido con la espontaneidad de la necesidad, y se ha asentado con flexibilidad al margen totalmente del Estado, el cual si hubiera puesto sus manotas en ella ya la habría destruido, no me cabe duda.
Porque la Muestra es mejor que contestataria: es práctica. Ante el más obtuso Estado latinoamericano en materia cultural, mejor subrayar la independencia. La Muestra se basa en un compromiso de palabra de los grupos que la hacen, como la organización de las fiestas comunitarias en los Andes, y a ello debe su particularidad.
Quien ve desde fuera la Muestra piensa que es un Festival de teatro más, pero se equivoca: es una fiesta popular que se ha apropiado del formato de un encuentro de teatro. Una fiesta de comunidad disfrazada. Hay en ella obras pero también hay tiempo mítico, discusión, convivencia, compromisos que se extienden en el tiempo. Entre un festival y la Muestra hay la misma diferencia que hay entre un collar visto en una vitrina, y uno puesto en el propio cuerpo.
Por supuesto, demás está decir que es el encuentro que más ha hecho por llevar teatro a zonas impensables del país, otra vez, supliendo con iniciativas individuales (yo llamo a todo esto amor propio, una cualidad de la que dicen siempre los intelectuales peruanos que carecemos), iniciativas que han permitido Muestras en Andahuaylas, Tarapoto, Tacna, Cajamarca, Huánuco, Arequipa, Callao, Yurimaguas, Puquio, Huancayo, Cerro de Pasco, Comas, Huamanga, entre otros.
Esta vez la Muestra llega a Villa El Salvador, organizada por el grupo Arena y Esteras (VEAN EL BLOG Y LOS PARTICIPANTES AQUÍ). Qué más puedo decir sino que me sobran las ganas de ver cómo la vieja fiesta trashumante de teatristas se encuentra con la pujante Ciudad hecha a mano limpia en un arenal del sur de Lima.
Los que me leen en el extranjero, y pensaron alguna vez irse (venirse) al Perú, les digo que este 2009 Noviembre será una buena fecha. Escriban pronto a los organizadores, que como buenos carguyocs, son muy hospitalarios pero necesitan información rápidamente.



*Me avala paradójicamente el ser juez y parte, pues participé de cinco Muestras y organicé una.

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