jueves, 10 de febrero de 2011

Augsburg, 10 de febrero de 1898






Brecht es un icono, claro, pero también una mercancía. Brecht es un apóstata, sí, y tal vez un profeta. Brecht es un teatrero, en serio, aunque casi todos solo vemos su teatro en nuestra imaginación. Brecht es una leyenda urbana, es  más, se va acercando al mito. Brecht se reinventa a sí mismo, con la ayuda de quienes lo ponen en escena. Y ellos se reinventan con él, aunque no estén de acuerdo con Brecht. El viejo Bertolt muere, es enterrado por muchos, llorado en silencio. Vuelve de cuando en cuando, no parece un fantasma. Brecht nunca abriga con sus palabras, al contrario, explica cómo aguantar el frío. Brecht no es un modelo de nada, para qué insistir, pero es auténtico en su soledad. Brecht escribió cosas como las de abajo, y entonces, termina de enseñarme a callar:


"Hay tanta injusticia
como agua en el mundo.
La desgracia sale tantas veces
como el sol.
Y el hombre despedaza al hombre
como el pez grande se come al chico.
Así es la cosa,
y así está bien.
La injusticia ya es tan habitual
entre nosotros como el agua".


(Tomado de:  Bertolt Brecht, 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo editora)

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