lunes, 21 de febrero de 2011

Madre Coraje en el cementerio industrial

Vengo de ver una versión que seguramente no olvidaré, de Madre Coraje y sus hijos, en The Lab de Minneapolis, una sala que tampoco se puede olvidar. La puesta la llevan adelante entre varios: el Bricklayers Theatre de Chicago, el Bedlam Theatre de Minneapolis, y Open Eye Figure, también de esta congelada ciudad. Para esta vez, el grupo usa la adaptación de Tony Kushner, aquella que se hiciera tan famosa por haber sido estrenada en el Central Park de NY con Meryl Streep.  Entre lo mucho que me gustaría decir, diré para comenzar que es una puesta que me recuerda muchísimo las formas de teatro independiente sudamericano, con una economía de recursos y una gran creatividad actoral. Esto es extraordinario: a pocas cuadras del Lab se yergue triunfal el Guthrie Theatre, un edificio de 125 millones de dólares donde asistir al teatro parece similar a embarcarse en una nave aeroespacial. Lo que quiero decir es que resulta inusual, incluso para esta ciudad de fuertes convicciones teatrales y grandes espectáculos, una apuesta  así de grupal e independiente sostenida en la pasión y la calidad técnica de los que en ella intervienen. Hay más que solo innovaciones de estilo en todo esto, es una ética diferente de trabajo teatral. Incluso por el hecho de que las entradas cuesten la mitad de lo que en promedio suele pagarse por el teatro aquí. ¿Solo experimentación o búsqueda de nuevas vías/nuevo público para una actividad tan golpeada por la crisis? Si las nuevas condiciones de vida van a obligar a los teatristas americanos a explotar sus capacidades de esta manera, bienvenido el estallido de la burbuja financiera... también en el teatro!
Y bueno, hay que referirse además a  lo que significan los lugares y los tiempos en el sentido final de la puesta. The Lab fue antiguamente una fábrica, parte de una molinera industrial, una de aquellas que hicieron famosa a Minneapolis, antes que por su crudo invierno, por ser la ciudad de los molinos. O sea, la ciudad de la industrialización pujante, ferviente y ahora solo histórica, que hizo de EEUU la potencia espectacular que es, fue, quizás sigue siendo (ustedes elijan).  Un monumento creado por defecto, precisamente cuando su uso dejó de ser necesario.

Entonces llega la Coraje con su sentido lato de la experiencia vital, de comer primero, de aprovechar la guerra sin entenderla sino en la medida concreta de sus intereses. Y he aquí que los fantasmas de esta fábrica reaparecen: ¿no ha sido acaso todo el sueño americano una megaindustrialización de esa filosofía de la Coraje? ¿no ha sido, y sigue siendo, la industrialización y su capítulo histérico, la globalización, la otra mano que labra junto a la guerra eso que hemos llamado historia moderna? ¿No ha estado la búsqueda de ganancias amarrada a todas las guerras que  ha librado este país? Claro, Marx también anda por allí, en el Lab, merodeando en este cementerio de la industria al borde del Mississipi.


Me gustó mucho esta Coraje también porque Barbra Berlovitz, quien la interpreta, no se deja llevar por la tentación tan americana de ver en la antihéroe brechtiana una imagen del mal, o una imagen del bien. ¿Madre Coraje es una obra antibelicista? Supongo que para quien ve la guerra como un castigo divino que algún día desaparecerá, esa imagen aflorará en la obra. Pero dudo en serio que al cazurro y mundano Brecht le viniera por ese lado. Creo que él se queda en la mostración de los hechos,  en la presentación de cómo son realmente personajes como Coraje. Y tal vez con eso, con aceptar lo que las cosas son en el mundo, ya tendríamos bastante como lección para estos últimos dos siglos y medio de modernidad.
Por eso me gusta la interpretación tan sólida de Berlovitz, incluso cuando encaraba con quietud los hechos porque eso me ayudaba a eludir la tendencia al sicologismo, esa manía de actores y público de querer siempre descubrir "la verdad del personaje". En la Coraje de Brecht nada queda por descubrirse, tiene décadas de hablar con claridad meridiana: la guerra es una carreta que nos lleva por delante aunque siempre creemos que nosotros la conducimos. Ni cínica, ni sacrificada, la Coraje es un animal moderno, directo y simple: si al final no puede salvar ni a su última hija, le queda por delante seguir viviendo. Vivir es el impulso, el único real.

No hay comentarios: