martes, 15 de enero de 2013

Arguedas, las fiestas, ganar plata

Desperté de madrugada tratando de recuperar el lugar exacto en que lo había leído. Busqué entre los libros cercanos, en todas partes, medio dormido: recordaba claramente el sonido de la frase de Arguedas y la referencia directa a las fiestas populares andinas, pero tardé buen rato en ubicar la cita exacta. Es la no sé qué vez que leo Los zorros, pero la urgencia de encontrar la cita me llevaba en un desorden grande, de párrafo  en párrafo, de atrás hacia adelante, de ida y vuelta. Cuando al final la tuve, me sorprendió que mi memoria hubiera cortado la referencia inmediatamente anterior, acerca de la boite donde se presentan las danzas chilenas. En breve, Arguedas curándose de la depresión es llevado a la boite café. Las danzas le parecen horripilantes, y se refiere a los hombres como amariconados y las mujeres como achuchumecadas. No es un comentario de género, necesariamente, me suena más a una calificación desesperanzada de cómo el mercado convierte en mercancía carnal la música popular, la danza, en especial el mal llamado folklore. La plata desacraliza totalmente el arte, lo degenera según pareciera decir Arguedas. No es fácil decirlo, Los diarios de los Zorros parecen prosa de un alucinado. Bueno, son de alguien a punto de matarse.
El comentario final, la desmariconización, va directamente a referirise a las fiestas populares, esos takis que aun existen, en que danza, ritual, música, sirven de memoria y alegría comunal. son el arte popular de verdad.

Al final, luego de releer esto sigo sin totalmente comprender el texto. Entiendo sí,  cuál era mi pregunta mientras dormía: ¿realmente existirán aún esas fiestas?



Este es el pasaje, El Zorro de arriba y el zorro de abajo, p. 23-24, es el tercer texto del Primer diario:

"13 de mayo
Me siento a la muerte. Un amigo peruano me llevó anoche
a una boite-teatro fea; le dijeron que presentaban danzas y
cantos chilenos. Era cierto, muy entretenido para el público al
que vanidosa aunque “objetivamente” llamamos vulgar, frívolo,
etc. Entre calatas, cómicos, conjuntos de jazz y de pelucones,
todo mediocre, apareció un “ballet” chileno. ¡Maldita
sea! No digo que ya no es chileno eso; pero para los que sabemos
cómo suena lo que el pueblo hace, estas mijigangas son cosa
que nos deja entre iracundos y perplejos. Yo no diría tampoco,
como otros sabios, que eso es una pura cacana. Algo sabe a chileno.
Los “huasos” aparecen muy adornaditos, amariconados
(casi ofensa del huaso) y las muchachas algo achuchumecadas
(como no queriendo perturbar la frivolidad de los contertulios
que pagan el espectáculo) con la gracia fuerte del macho y de la
hembra humanos, encachados, que en el campo o en la ciudad
no entran en remilgos cuando cantan y bailan lo suyo y así transmiten
el jugo de la tierra. No digo que entre la llamada “aristocracia”
y la descuajada clase media de estos pueblos no haya
también gente que ha conservado ese jugo. Pero, casi todos se
amamarrachan con las “convenciones” sociales, con ese enredo
fenomenal en que aparecen estos “huasos” amariconados, estas
muchachas achuchumecadas, que así se achuchumecan para
convertir los bailes de la gente fuerte en “espectáculo agradable
y nacional”. ¡Maldita sea, negro Gastiaburú! Tú eras médico, un
doctor. Y maldecíamos juntos estas cosas que son fabricaciones
de los “gringos” para ganar plata. Todo eso es para ganar plata.
¿Y cuando ya no haya la imprescindible urgencia de ganar plata?
Se desmariconizará lo mariconizado por el comercio, también
en la literatura, en la medicina, en la música, hasta en el modo
como la mujer se acerca al macho. Pruebas de eso, de lo renovado,
de lo desenvilecido encontré en Cuba. Pero lo intocado
por la vanidad y el lucro está, como el sol, en algunas fiestas de
los pueblos andinos del Perú."


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