sábado, 29 de diciembre de 2007

Los rankings de 2007


Como quiera que los recuentos anuales han empezado a circular, comparto con ustedes algunas reflexiones sobre el sentido productivo que me inclino a otorgarles.

Para comenzar un rápido sobrevuelo: aquí va la lista que acuciosamente entregó Sergio Velarde para Perucritic, en que se mueve de manera mucho más libre por la Lima teatral que, digamos, Alonso Alegría (ver artículo), enfocado por propia voluntad en hablar de cuatro salas institucionales. Aunque de hecho, mucho más comprehensivo y detallado me parece el balance que hace Enrique Planas en Luces. Tenemos también un anónimo en Peru21, quien recuenta sentenciosamente tres trabajos. También la nota casi por cumplir que hace Caretas, y la infaltable sección que dedica al Teatro el Premio Luces de El Comercio, detrás de los reconocimientos a los chefs. Algo más curiosa fue una discusión en el Blog Puente Aéreo de G. Faverón, Lo Mejor del 2007 I (10.12.07) en que por ausencia de teatro en el Post, algunos comentaristas (Ver “comments”) se animaron a manifestar sus aficiones escénicas. Y en Peruteatro, a la fecha, creo que solo Alberto Pupo hizo una lista de sus preferencias. Cuatrotablas, quizás con mayor consistencia que otras encuestas, organiza la votación en su Blog solo entre las varias obras que el grupo produjo este año.

Bueno, lo que hace más interesantes todos estos artefactos críticos es lo poco que coinciden entre sí.

Valga decir que creo poco en los rankings en arte, como muchos de ustedes, y eso no necesariamente es porque nunca figuro en ellos. Mi argumento en contra es estadístico: los rankings se basan en opiniones de una persona, en el mejor de los casos de varias, o en una encuesta segmentada a la vez por la porción de audiencia que la responde, digamos, en un medio. Por eso, cuando esos resultados se entienden como si fueran representativos, se me ponen los pelos de punta. Porque es un error estadístico, no tienen representatividad, y referirse a esos comentarios, encuestas, reseñas como si tuvieran valor generalizable es, en buen romance, una falta a la verdad. Porque igual, si saliéramos a las calles a encuestar (operación altamente depresiva, porque lo primero que arrojarán los resultados es que el 99% de la población nos desconoce a todos por igual, desde los que actúan en el Plaza Isil hasta el elenco de teatro más nuevo de, digamos, Arequipa), decía si encuestamos, el valor estará siempre condicionado al lugar, el momento, la forma de preguntar, el idioma.

Por ello precisamente, y casi contradictoriamente, vuelvo a los recuentos y los leo con interés. Son interesantes no por lo que dicen sino por lo que callan, o por las escondidas preguntas que tratan de responder. También porque me recuerdan la existencia del poder económico como fuerza que organiza incluso algo que parece tan limpio y eterno, como la vida artística. (Siempre es interesante entender que un medio de comunicación es una empresa, con dueños, capitales, y que la objetividad y la independencia son solo parte del Catecismo que inculcan a los periodistas jóvenes para ser contratados por la organización).

Tal vez, por el momento, para valorar una reseña o crítica es mejor abandonar el criterio de verdad e introducir el criterio de productividad. O sea, cuán productiva es para el trabajo que uno realiza, de qué manera provoca a pensar en lo que hago, el público que busco, o cómo mantenerme vivo. Si lo que busco es formar parte de la discusión de las 4 salas, si lo que quiero está en otro lugar o en otro momento, adonde llegan otros críticos, o adonde jamás llegan críticos. Será una operación privada de deconstrucción de la crítica, en rigor, otra operación crítica, y esa puede ser la mejor tarea inicial que un hombre pobre y libre (mejor, un hombre pobre que quiere ser libre) se puede permitir en este mundo de teatro.


**Imagen de Los Mundos de Fingerman, Gaia Teatro

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